La semana pasada dos importantes noticias sacudieron el contexto político capitalino:
La primera, la elección de Claudia López como candidata del Partido Verde por encima de Navarro Wolf. En seguida, justo en las mieles de su coronación como aspirante de dicha colectividad, vimos cómo Claudia le propinaba “un coscorronazo” -al estilo Vargas Lleras- a un periodista que consultaba su posición respecto de si “estaría apoyando al régimen de Maduro o al presidente interino Guaidó en Venezuela”.
Hay que ver cómo los verdes, y en general los colombianos, matamos a Vargas y a Uribe -entre otros- por su petulancia y pedantería a la hora de responder preguntas; y hay que ver cómo ahora los del girasol -y la propia López- edifican su defensa censurando y respondiendo a las críticas con el argumento (o la excusa) de que ella “es una mujer valiente, frentera y con carácter”.
Lo cortés no quita lo valiente, señores. Mucho se parece Claudia a Uribe en la manera como acalla la diferencia y trata la discrepancia. Esto deja mucho que desear respecto de la “apuesta por una política fresca, verde y democrática”, que en realidad demuestra que está aún muy biche para dirigir el segundo cargo administrativo más importante del país.
La segunda noticia: el doloroso, para muchos, fallo del Consejo de Estado que encontró razón en la demanda a Mockus, basada en que éste se encontraba inhabilitado para ejercer el cargo de senador. A viva voz expreso que, si bien como abogado encuentro un argumento fundado en la decisión del alto tribunal, es un daño considerable no contar con uno de los actores protagonistas dentro de la escena senatorial.
Perdemos todos, pierde la democracia, se pierden más de 500 mil votos que haciendo uso de su derecho, clamaron por la presencia de Antanas en el congreso. Quisiera uno que con la misma velocidad con que este asunto fue resuelto, las cortes fallaran las demandas que cursan dentro de nuestro, comúnmente desafortunado, ecosistema político. Triste país éste, en el que la celeridad de la justicia es selectiva.
Pero bueno, lo que sí se le agradece al profe es su constante cátedra que nos enseña a vivir en sociedad. Esa lección de gallardía y responsabilidad con las instituciones que ilumina la forma en que deberíamos acatar la justicia. No salió este señor, aunque muchos sí, a decir que este fallo era una persecución política de los “paras” o de los “castro-chavistas” como los amarillos y los “furibistas” nos tienen acostumbrados. Este man es un verde, pero ya maduro.
Estemos a la altura de Bogotá y del debate, aprendámosle al profe. Cuánto bien le haría a Claudia, a su colectividad y a bastantes más, emular lo que Mockus nos enseña: que el ataque se responde con argumentos, que la desconfianza con confianza, que el matoneo se deshace con una burla inteligente, que nadie es ignorante y que el desconocimiento se combate con información y educación.
Artículo publicado en: blogs.eltiempo.com