Dentro de nuestras responsabilidades mensuales como ciudadanos, se encuentra la obligación de pagar los recibos de servicios públicos y/o privados. Y es por ello que hace unos días me dispuse a efectuar el pago de uno de estos y al llegar a la entidad bancaria correspondiente ¡Oh sorpresa! No sabía en qué fila ubicarme, por lo que quedé muy confundido y mirando con disimulo para todos lados.
Continúe con mi tarea ubicándome en la fila más larga en ese momento; llenándome de paciencia mientras avanzaba lentamente hacia la caja, en ese instante y ya con algo de mediana objetividad, me doy cuenta que me encuentro en una fila con personas de una edad promedio entre los 60 a los 80 años aproximadamente. El dato anterior era tan solo una de las tantas coincidencias que se vivía en ese momento. Pude observar de forma detallada y minuciosa la actividad que estaban realizando todas y cada una de las personas dentro del recinto, en algunos casos escuché de forma involuntaria sus conversaciones y observé una que otra mirada de resignación fijada en el horizonte, esperando mientras tanto diarias.
La razón por la cual no sabía qué fila escoger era precisamente esa: observé personas de avanzada edad tanto en la fila general como la prioritaria. De allí pude colegir tras analizar esta situación, que en la mayoría de lugares que frecuento hay bastante presencia de adultos mayores, y siendo realistas, esta es una situación que va en aumento dado que usted y yo, queramos o no, cumplimos también los ciclos de la vida.
Esta breve pero significativa experiencia me llevó a tomar conciencia de lo que está pasando en la población colombiana. Ese mismo día sucedió un nuevo hecho curioso pero en el transporte público (colectivo), pues noté al subir al vehículo que todas las sillas estaban ocupadas, y adivinen: sí, por personas adultas mayores. La verdad y sin herir susceptibilidades, debo decir que me sentí raro. Luego de eso se subió otro pasajero (adulto mayor), me pregunté: ¿y ahora quién cede el puesto? hubo un momento de silencio y miradas tímidas o de reojo, y luego pensé: ¿cederá el puesto? ¿Lo hará quien mejor se sienta o se vea más joven? Lo anterior lo resalté no solo para seguir ilustrando escenas como las anteriores, sino para que nos preocupemos y pensemos cual es la calidad de vida de las personas en el rango de adultos mayores, y que calidad de vida tendremos nosotros cuando lleguemos a esta etapa.
Por lo anterior, y con mucha preocupación, identifico que hoy en día no existen políticas públicas claras para la población a la que me refiero en estas cortas líneas, y no por ello debemos ser ajenos a la situación expuesta. En nuestros hogares contamos con personas de avanzada edad, de las cuales unas pocas pueden vivir bajo condiciones adecuadas y con afecto, pero también hay personas que por sus limitaciones no les pueden brindar las comodidades y la atención debida, y es por esta ultima situación que se podría generar una problemática de ver a los adultos mayores como una “carga” para sus familiares.
Ahora bien, si ello ocurre a nivel urbano, pensemos en las personas que se encuentran en nuestras zonas rurales del país, donde aún se presentan dificultades para acceder al sistema de salud, sistema pensional y demás factores que orientarían a una calidad de vida “promedio” para este grupo poblacional, que desde las grandes ciudades o desde en los hermosos campos colombianos, aportaron parte de su juventud y vitalidad para el progreso de Colombia.
Esa “carga” que se mencionó en líneas atrás, en cierta medida, es por la falta de visión y planeación de la misma persona o de sus familiares, puesto que no existe una cultura de pensar en nuestro presente y futuro. Tampoco hubo una formación o capacitación en materia de finanzas personales, por parte de ellos o de sus familiares.
En este momento no me detendré a explicar jurídicamente la responsabilidad y las garantías de quienes se encuentran en este grupo poblacional, pues la intención en primera instancia es crear conciencia sobre el tema, sobre nuestro presente y nuestro futuro de vida, el cual inicia en el seno de nuestros hogares.
Hablemos con los abuelos, pidamos consejos y escuchemos sus historias, pues son personas que aún tienen mucho por dar. Por ello, es de vital importancia motivarlos a participar en grupos de adultos mayores para que realicen actividades de baile, canto, paseos, manualidades y no solamente para que sean los “mandaderos” de la casa y pague los recibos. Enseñémosle el manejo de las nuevas tecnologías, las tendencias de este siglo y mucho más, pues no olvidemos que usted y yo, tarde o temprano, llegaremos a la vejez.
Colombiano con idiosincrasia paisa y costeña – creyente en Dios. Abogado/Conciliador, Especialista en DD.HH y DIH (promotor y defensor). Inv. Judicial – consultor jurídico/político. Apasionado por ideas propias y ajenas generadoras de cambios positivos en la sociedad, niñez, educación, política, servicio social, medios de comunicación, FF.AA-PONAL y la construcción de un mejor país.