Si hay algo que tengo claro es que a nuestra ciudadanía debemos
protegerla y acompañarla no solo en el respeto por sus derechos sino en la
capacidad del Estado para proveerle herramientas que incidan en su progreso.
Ahí están los servicios públicos, la educación y la salud de calidad, la
seguridad, el acompañamiento a los emprendedores y el acceso, por ejemplo, al
sector financiero. Hacer de Bogotá una ciudad inteligente, por ejemplo, responde
a ese interés de transformar a la ciudad para bien.
Sin embargo, así como nuestra labor debe ser la de trabajar para el
progreso de la ciudadanía, también debemos enfocar esfuerzos en proteger a
nuestros empresarios. Ahí está la generación de empleo, el motor de crecimiento
económico, la generación de valor agregado y la dinámica económica de nuestra
ciudad. Ese es un punto en la agenda que debe ser prioritario los próximos
cuatro años en Bogotá.
Recordemos que las empresas de la capital representan casi el 40 por
ciento del total de los ingresos de 2018, según el más reciente listado de las
1.000 empresas más grandes en Colombia publicado por el diario La República. El
informe concluyó que el grupo de las 105 empresas de Bogotá y Cundinamarca
generó el año pasado ingresos por 324,9 billones de pesos. Por sectores, de
hecho, la mayor parte de las empresas bogotanas se dedican al comercio, a los
servicios y a la manufactura. No obstante, las que lideran son las del rubro
minero-energético y, en menor medida, las de construcción.
En ese sentido, hay tres cosas que son fundamentales en el impulso y
la mayor competitividad de las empresas establecidas en Bogotá: en primer
lugar, la eficiencia en los trámites a través de iniciativas puntuales
articuladas con el Gobierno Nacional no solo para eliminar las asimetrías
jurídicas sino las duplicidades en los procesos. No puede ser que nuestros
empresarios deban pedir dos veces el mismo permiso para su funcionamiento
(tanto desde lo nacional como lo local). Consolidar una ventanilla única y
hacer eficientes los procesos con el Distrito se traduce en mayor
competitividad.
Un segundo aspecto que resulta fundamental tiene que ver con el
oxígeno tributario en materia local. Hay que hacer de Bogotá una ciudad
atractiva para la inversión, focalizando estímulos a las actividades económicas
que resultan motores del crecimiento de la ciudad: tecnología, transporte,
turismo, industria y telecomunicaciones. Promover condiciones para que las
empresas reinviertan, se expandan o lleguen a la ciudad debe ser un propósito
determinante para la ciudad.
Finalmente, la inversión infraestructura. Le corresponde a Bogotá
ofrecer una capacidad instalada, que vaya desde servicios públicos hasta el
sistema de transporte y las vías, suficiente para garantizar que la
productividad de las empresas es la adecuada y compite frente a otras capitales
de Latinoamérica. En ese sentido, la discusión del metro y todas las formas de
transporte posible está agotada. Así mismo, la calidad de la conectividad y
apropiación de nuevas tecnologías es fundamental.
No tenemos excusa para no incorporar en la agenda acciones puntuales
que desde un ente territorial como el Distrito o una entidad como el Concejo de
Bogotá se pueda hacer para darle un impulso a las empresas localizadas en
nuestra ciudad.