Vivimos en una ciudad habitada por más de 7
millones de habitantes (que sube a 9 millones si se cuentan los municipios
periféricos), en la que están localizadas más de 700.000 empresas y en la que
se generan más de 4 millones de empleos. Tenemos todo para garantizarles a
nuestros ciudadanos un espacio seguro, moderno, incluyente, con cultura
ciudadana y con una calidad de vida de primer nivel que se traduzca en menos
contaminación, tiempos de desplazamiento eficientes y, sobre todo, con una
permanente generación de oportunidades desde el nivel local y nacional.
Alguien decía, recientemente, que uno en la
vida debe construir sobre lo construido y tiene toda la razón. Si se está
avanzando, por ejemplo, en el Metro de Bogotá y el proyecto está listo para
construirse, no puede ser una alternativa alargar la agonía y la vergüenza de
ser una de las pocas capitales de América Latina sin este mecanismo de
transporte por un simple capricho o el interés particular de llamar la atención
electoral de la opinión pública.
Ya estuvo bien de poner el espejo retrovisor
para torpedear los proyectos del anterior gobernante simplemente por
diferencias políticas. A Bogotá la tenemos que construir entre todos con la
estatura moral que merece y sin distingo del orígen político al que se
pertenece. Es indudable que nuestra ciudad de hoy es mucho mejor que la de hace
20 años pero también es cierto que podría estar aún más avanzada si
entendieramos la importancia de avanzar.
Claro que no hay que ser indiferentes ante la
corrupción y, por supuesto, que se deben ajustar las “tuercas” que no funcionen
pero siempre pensando en el ciudadano. Esa debe ser la prioridad siempre. Si al
tomar una decisión de política pública se analiza el impacto sobre la gente,
nunca será una alternativa desistir de un proyecto que impacta positivamente
sobre su calidad de vida.
No podemos permitir que Bogotá se sumerja en
la mitad de discusiones políticas, marchas para promover campañas
presidenciales y liderazgos disfrazados desde el ordenamiento de gasto para
beneficiar intereses particulares. A Bogotá debemos rodearla de propuestas, de
iniciativas sin freno, avances, obras, promesas cumplidas, alianzas,
visibilidad internacional y sobre todo de prioridades para el ciudadano.
Este es el momento de nuestra ciudad y no
podemos desperdiciarlo ante propuestas populistas y lisonjeras. Necesitamos
soluciones, proyectos viables, ejecución responsable y ante todo un liderazgo
conciliador que nos una en la diversidad para dar grandes saltos los próximos
cuatro años.