En estos días se conoció un video en el cual Bruno Díaz denunciaba a Gustavo Bolívar por incumplir un contrato que tenía por objeto, la instalación de unos paneles solares en el hotel que es de propiedad del senador y que se ubica en Girardot. El senador no responsabilizó su conducta, ni su marcada tendencia a negar los hechos, no enfrentó directamente lo dicho por el actor Díaz, y tampoco aportó pruebas que demostraran que el escarnio público al que se le sometió con un performance musical, fuera el resultado de un ataque político y electoral. Su defensa se circunscribió en últimas, y como es costumbre, a echarle la culpa a los demás. También se conoció, que Gustavo Bolívar hizo un gran despliegue mediático para dar a conocer que él, en conjunto con su fundación, hicieron una gran recolecta para financiar a la cuestionada “primera línea”, las denuncias, quejas y demandas no se hicieron esperar, y en una entrevista dada para Radio Nacional de Colombia, reculó claramente de su acción. Su defensa se ha circunscrito, como era de esperarse, a endilgarle la responsabilidad a los demás, y a una campaña de desprestigio liderada por el uribismo para atacar a la Colombia Humana y cercenarle la posibilidad a Colombia de ver en el poder a una corriente de renovación política y social. No contento con eso, en la instalación del Congreso el 20 de julio, a la hora de elegir la segunda vicepresidencia (cargo al que aspiraba por el estatuto de oposición), le ganó el voto en blanco, cuestión nunca vista en la historia de la Corporación. Su defensa se limitó una vez más, a decir que el uribismo y el partido verde habían tejido una alianza para coartar el derecho de la oposición a elegir a uno de sus miembros para ocupar un cargo directivo en esa dignidad, muy a pesar de que el nombre de Feliciano Valencia estaba disponible para ocupar dicha posición. ¿de qué sirve el voto en blanco sino es para repetir una elección?
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Y así, podemos recapitular una y otra vez más la incapacidad de reconocer un error cuando es evidente que se ha cometido. A pesar de que el sentido común indica que la disculpa es un acto responsable para enmendar las cosas, el señor Bolívar Moreno insiste y justifica sus errores, acto imbécil (de falto de inteligencia) y a la vez compasivo que nos lleva a repensar la necesidad de atender psiquiátricamente a un servidor público que claramente confunde su vida pública con la de un guion de novela. Y no es para culparlo, empezando, porque para ejercer como político en Colombia no se necesita titulo profesional alguno, tampoco se necesita tener una credencial ética, y mucho menos, una trayectoria al servicio de cualquier comunidad. Ello, es lo que lleva a que cualquiera pueda acceder a un cargo de elección popular y que los ciudadanos, como usted y como yo, no conozcamos a una gran cantidad de congresistas que todos los días se encargan de incidir en la vida política nacional. Esa falta de profesionalización del político es la que nos ha llevado a ver los espectáculos que hoy por hoy son el pan de cada día en los medios de comunicación y que, además, les cuesta a las instituciones su credibilidad y seriedad, no pudiéndose distinguir desde hace mucho tiempo si el congreso es un circo o la expresión máxima de una Democracia.
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