Ustedes me perdonaran, pero escribo estas palabras con impotencia al reconocer que en mi ciudad de crianza Santa Marta, ignoramos lo que significa una pandemia. Una enfermedad que ha causado la muerte hasta la fecha de hoy, de 31.700 mil personas y 679.977 contagiados en 177 países, y aun así se subestima la enfermedad.
Les contaré una historia que ustedes quizás ya conocen. En Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia y Sudamérica, desde hace décadas sufre una escasez de agua, un servicio vital que más de 160 barrios de la ciudad no tienen, y solo logran abastecerse con la compra de carro-tanques, que a la fecha de hoy, día de cuarentena, puede costar más de 150 mil pesos, o conectar motobombas que halen la poca agua que llega de las tubos madres para transportar en baldes o pimpinas para poder llevar a las casas agua, que les permitirá cubrir algunas necesidades básicas como el aseo del hogar y personal. Esta es la realidad de algunas familias que residen en la ‘Tierra del olvido’, la canción de Carlos Vives dedicada a Santa Marta.
Pero curiosamente, esta situación también ha permitido el acercamiento entre vecinos de cada cuadra y barrios, puesto que todos tienen la necesidad de recoger agua para sus familias. Sin embargo, a pesar de que el Gobierno Nacional decretara para este marte 24 de marzo aislamiento preventivo obligatorio en todo el territorio colombiano, la escasez de agua al parecer se ha convertido en la excusa para incumplir la norma, ya que las filas son largas, algunas personas les toca trasnochar o madrugar para tener el turno de los 5 y hasta 10 minutos para recoger el agua.
Un panorama que días atrás, me hacía reflexionar del poder que tiene el ser humano para adatarse y sobrevivir en muchas circunstancias de la vida, porque así como el agua permite que vecinos socialicen entre sí y hasta algunos deciden sentarse en las terrazas de sus casas para compartir unas cervezas y vallenatos después de las horas de trabajo que requiere el coger el agua cada semana, también preocupa la irresponsabilidad y relajo de los ciudadanos que a pesar que escuchan en la radio, televisión y prensa todo sobre el covid-19, aun parecen no tomar consciencia de la importancia de quedarse en casa, de proteger a sus familias, de dar ejemplo. Sin embargo, la verdad es que esto parece que no pasara porque la falta de autoridades en las calles de los barrios y compromisos de los colombianos es muy poco, ya que si esto no se hace en equipo será difícil tener éxito.
Con todo esto lo que yo percibo es que los colombianos sufriremos mucho, y no es predicción apocalíptica porque estaría incumpliendo con mi ética profesional como periodista, sino crónicas de un futuro que puede suceder si los colombianos continuamos con la frase “A mí no me da coronavirus”.
Profesional en periodismo por la Universidad Sergio Arboleda, con experiencia en medios tradicionales y digitales.