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“Proteger el azul de la bandera”: El deber moral del soldado, un compromiso de memoria histórica.

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Colombia ha sufrido por más de cincuenta años de un Conflicto Armado Interno, el cual se ha prolongado por las acciones de impunidad, violación de Derechos Humanos y de Derecho Internacional Humanitario (DIH) de diferentes grupos armados al margen de la ley. Para combatirlo, soldados de las Fuerzas Armadas han desempeñado con heroísmo y en cumplimiento de su misión constitucional[1] un papel heroico, que, lamentablemente, la historia no ha reconocido en su totalidad. Así pues, bajo la consideración máxima de Philip Roth, este denuedo se entiende como el “esfuerzo eminente de la voluntad. Hecho con abnegación que lleva al hombre a realizar actos extraordinarios en servicio de Dios, del prójimo o de la patria”. Esto, nos lleva a preguntarnos (dentro del objeto de estudio que aquí se tiene) ¿Por qué se debe olvidar a los marinos que “protegiendo el azul de la bandera” durante años han entregado incluso su vida en cumplimiento del deber moral dentro de la sociedad?

Desde el 24 de julio de 1823, la Armada Nacional ha ejercido presencia y soberanía sobre el Mar Caribe y el Océano Pacífico, con el propósito de mantener la integridad territorial, el orden constitucional y contribuir al desarrollo del poder marítimo y a la protección de los intereses de la Nación. Esto, ha sido una tarea que hombres y mujeres han realizado con sentido de identidad y moral, para brindarle además a la sociedad colombiana, carente de certezas dentro de una sociedad postmoderna, un mecanismo de respuesta para superar la incertidumbre y otorgar sentido (al menos temporal) al cambiante mundo de hoy, una esperanza y la confianza de tener seguridad (Bauman, S. 2003).

Sin embargo, todas estas actuaciones que han cumplido con la dimensión trascendental más profunda del ser humano han sido corrompidas e incluso olvidadas no solamente por la falta de difusión de estas, sino por el ataque a la ética que contra el soldado se ha difundido a través de diferentes medios sociales, pues, como menciona Godfried Boogard (2012), “en el pasado se era lo que se tenía, ahora es lo que se comparte”.

Es aquí, donde la memoria histórica individual y colectiva debe convertirse en la Rosa Náutica de la sociedad en su proceso de construcción de Patria e identidad nacional. Pues, se entiende que esta última se construye con los diferentes elementos de la historia como las instituciones, geografía, comportamientos sociales, etc. Por tanto, esta determinará a la sociedad misma.  “La identificación simbólica que realiza un actor social del objetivo de su acción” (Castells, 2001).

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Así pues, en búsqueda de dignificar y contribuir a la historia nacional mediante el uso de las nuevas herramientas en medios sociales, la Armada Nacional decidió crear La Dirección de Víctimas y Memoria Histórica, establecida mediante la Disposición No. 011 COARC del 6 de mayo de 2016 y aprobada mediante Disposición No. 019 CGFMM del 14 de junio de 2016, con el propósito de establecer directrices y consolidar la información necesaria para fortalecer la integridad jurídica de la Institución a través de la construcción de contextos regionales, que permitan identificar a los integrantes de la Armada de Colombia que han sido víctimas del conflicto armado, para hacer memoria histórica de sus relatos, así como consolidar la información para la Justicia Especial para la Paz, entre otros propósitos[2].

En la praxis, La Dirección de Víctimas y Memoria Histórica ha entregado dentro de sus resultados, desde 1985 hasta la fecha, una cifra de 33.062 miembros de la Institución Naval que han sido víctimas del Conflicto Armado. De estos, 3.268 fueron asesinados, 1.854 amenazados, 530 desaparecidos, 136 secuestrados, 59 torturados, 270 heridos por minas antipersonal, 773 lesiones personales y psicológicas, y 26.172 desplazados.

La situación se torna realmente compleja, pues, el reconocimiento de estos hechos victimizantes no se dan por falta de datos reales, sino por la inequidad moral y la falta de ley moral (representación compartida del bien) que tiene Colombia, como sociedad con los soldados de la Patria, y, que se ve con ahínco en algunos mensajes que la sociedad en redes realiza. Sin embargo, hay algo cierto y es el hecho de que por más que las cifras cambien, los marinos seguirán cuidando por mar y tierra a cada uno de los colombianos, dejando de lado incluso el tesoro más preciado que tiene el ser humano, la vida.

¡Gloria y honor a cada uno de los miembros de la Armada Nacional!

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