El día de ayer Colombia vivió una nueva jornada de
protestas promovidas por el comité del Paro Nacional. Aunque se preveía que las
marchas fueran tan grandes como las del 21 de noviembre, a la Plaza de Bolívar
solo llegaron un pequeño puñado de personas. Lo anterior muestra que la mayoría
de colombianos, en vez de estar apoyando el paro, como muchos afirman, se
encuentran martirizados por tener que aguantar los bloqueos en la movilidad,
los daños a la infraestructura pública y los ataques a nuestros policías.
Según la Policía Nacional, en 103 Municipios del país
se registraron concentraciones o marchas, con una participación aproximada de
20.000 personas. Desafortunadamente, 10 miembros de la Fuerza Pública
resultaron heridos (5 en Bogotá, 1 en Tunja, 2 en Caldas y 2 en Medellín) por
los ataques por parte de los vándalos que, como siempre, infiltraron las
marchas. Y, al menos, 3 civiles también resultaron heridos.
Los casos más preocupantes fueron las 2 ciudades
principales del país: Medellín y Bogotá. Por un lado, en Bogotá, se presentaron
afectaciones en 37 buses de transporte masivo, en 11 estaciones de Transmilenio,
en 2 entidades financieras y en una 1 instalación policial. Por otro lado, en
Medellín fueron vandalizados 7 establecimientos comerciales, 4 del sistema de
transporte masivo, 5 entidades financieras, una entidad gubernamental y una
instalación policial.
En las 2 ciudades, los alcaldes entrantes (Claudia López
y Daniel Quintero) decidieron sacar al ESMAD como última medida en las
concentraciones. Lo que produjo esta nefasta decisión fue que los vándalos que
estaban infiltrados en la protesta, tuvieran vía libre para vandalizar el
espacio público y para atacar a los pocos policías que custodiaban las marchas.
Una vez se presentaba un ataque directo a la vida de los policías, los alcaldes
decidían enviar el ESMAD ¿Será que no hubiéramos podido evitar el ataque a
nuestra Fuerza Pública con una presencia oportuna del ESMAD?
Los videos dan muestra de la poca seguridad que tenían
los policías. Por ejemplo, en Suba, se registró un video en el que se ve a, por
lo menos, 20 encapuchados tirándole piedras y ladrillos a un pequeño grupo de
policías, que apenas contaban con un escudo para defenderse. En la calle 80, un
encapuchado tuvo la osadía de lanzar una bomba molotov contra nuestra Fuerza
Pública. En la séptima, avenida emblemática de Bogotá, los vándalos destrozaron
la calle para sacar trozos de ladrillos con los que pudieran atentar contra la
policía. Si el ESMAD hubiera estado custodiando dichas marchas, seguramente hubiéramos
podido evitar estos nefastos hechos.
Y como si fuera poco, el Secretario de Gobierno de
Bogotá, Luis Ernesto Gómez, salió a “dialogar con los encapuchados”. La escena
terminó en ridículo ya que en muchos videos se ve como Luis Ernesto les ruega a
los vándalos para desbloquear las vías y estos no le hacen caso, y en otros
videos se ve al Secretario correr al lado de los encapuchados.
No pueden desconocerse las múltiples muestras
culturales que pacíficamente se hicieron escuchar en algunas calles de nuestro
país. Pero tampoco puede desconocerse el riesgo al que se enfrentaron ayer los
miembros de la Fuerza Pública, al ser enviados a custodiar unas marchas, con un
escudo y un bolillo para defenderse, no puede desconocerse la inseguridad a la
que estuvimos expuesto los ciudadanos al ver que las calles por las que
transitábamos eran tomadas por delincuentes y la Alcaldía no ofrecía respuesta
alguna. Y mucho menos, puede desconocerse que las marchas fracasaron, los
colombianos se cansaron en marchas que más que defender el bien común,
parecieran estar defendiendo los intereses de políticos oportunistas que
quieren ver el país en un caos constante, hasta las elecciones presidenciales
del 2022 ¡No más marchas!
Por revisar queda el protocolo instaurado por la
Alcaldesa Claudia López y la decisión de no sacar al ESMAD por parte del Alcalde
Daniel Quintero. Tan deficiente serían estas medidas, que mientras Claudia
López en una mitad de la pantalla del televisor presentaba el “éxito” de su
protocolo, en la otra mitad de la pantalla mirábamos con asombro los bogotanos,
cómo los vándalos acababan con el centro de la ciudad ¡Inaceptable!