En la madrugada del domingo 26 de enero de 2025, Colombia enfrentó su peor crisis diplomática desde el conflicto con Nicaragua en 2012. A diferencia de crisis anteriores, esta vez la disputa fue con Estados Unidos, el país con el que Colombia ha mantenido su relación bilateral más sólida en los ámbitos diplomático, económico, político y militar.
La última crisis de esta magnitud ocurrió durante la presidencia de Ernesto Samper, cuando la acusación de financiación ilícita de la campaña “Samper Presidente” cuestionó la legitimidad del entonces mandatario. Las consecuencias fueron principalmente económicas y diplomáticas. A nivel económico, la descertificación de Colombia como país comprometido en la lucha contra las drogas, la cual afectó la inversión extranjera, limitó el acceso a créditos internacionales y excluyó al país de beneficios arancelarios en el mercado estadounidense. A nivel diplomático, Colombia quedó aislada en temas clave en un contexto de transición global tras la caída de la Unión Soviética en 1991. Como resultado, se redujo la cooperación en áreas esenciales de seguridad y asistencia humanitaria, lo que debilitó la capacidad operativa de las fuerzas armadas en un momento en el que el conflicto interno evolucionó de una “guerra de guerrillas” a una “guerra de movimientos”, en la que los grupos armados alcanzaron un nivel militar superior al del Estado.
A diferencia de aquella crisis, cuyo problema radicó en la legitimidad presidencial. El conflicto entre el gobierno Petro y la administración Trump surgió por la forma en que los migrantes colombianos deportados eran transportados. Los connacionales eran trasladados esposados de manos y pies en aviones militares, lo cual constituye una violación de los derechos humanos, dado que la mayoría no había cometido delitos penales, sino que había ingresado de manera irregular a los Estados Unidos.
Sin embargo, esta metodología no es nueva, siendo utilizada por igual en gobiernos demócratas como el de Joe Biden y Barack Obama. Este primero deportó a un total de 1,4 millones de personas hasta septiembre de 2024, mientras Obama logró expulsar de Estados Unidos a un total de 5 millones entre sus dos mandatos. En contraste, la primera administración Trump deportó a 1,5 millones (Peiro, Thomas, 2024).
La reacción de Gustavo Petro fue innecesaria y contribuyó a escalar una crisis que pudo haberse resuelto a través de los canales diplomáticos regulares. Además, debilitó la tradición diplomática colombiana, caracterizada por su apego al derecho internacional, la resolución pacífica de conflictos y el multilateralismo. El siguiente documento estará enfocado en explicar las consecuencias económicas, diplomáticas y el futuro cercano en la relación de ambos gobiernos.
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La cuestión económica
Colombia es un país con una economía relativamente cerrada en términos de comercio internacional, lo que representa una debilidad que podría agravar su situación económica ante la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos. Aunque se percibe lo contrario, Colombia mantiene un nivel de apertura comercial inferior al de otras economías de la región, como Perú o Bolivia. Según Caballero (2023), factores como el sistema aduanero, las tarifas arancelarias, las restricciones no arancelarias y la inestabilidad de la balanza comercial limitan aún más su integración al comercio global
Por esta razón, los ingresos por exportaciones dependen de un número reducido de mercados, con una concentración en productos del sector primario. Esta falta de diversificación hace que el 14,6% del PIB dependa de un grupo limitado de países (Caballero & Machado, 2023).
Las medidas arancelarias suelen responder a decisiones políticas con efectos económicos significativos. Cuando un país decide aumentar aranceles, su contraparte suele responder de la misma manera. Colombia ha mantenido porcentajes arancelarios elevados con el argumento de “proteger y promover la industria nacional”, una política que, en la práctica, ha reducido la competitividad y la productividad en el mercado internacional.
Situación agravada con un sistema aduanero que es ineficiente y demasiado rígido, que obstaculiza la exportación e importación de bienes. La burocracia genera costos indirectos debido a los largos tiempos de aprobación de transacciones, además de los elevados costos no arancelarios, como transporte, formalización de empresas y alta carga tributaria para pequeñas empresas.
Como resultado, Colombia ha mantenido una dependencia cómoda de Estados Unidos como principal destino de sus exportaciones. Aunque desde el gobierno de Santos se han impulsado estrategias exitosas para reducir esta dependencia—disminuyendo la participación de EE.UU. en las exportaciones colombianas del 31,1 % en diciembre de 2010 al 29 % en 2023—estos avances aún son insuficientes (DANE, 2010).
Estados Unidos sigue siendo el principal y más fiel socio comercial de Colombia. No obstante, el país cuenta con un enorme potencial exportador, su economía sigue siendo más cerrada que la de sus vecinos andinos, lo que dificulta su expansión en los mercados internacionales. Si bien el presidente Gustavo Petro ha manifestado su interés en fortalecer relaciones con los BRICS, es importante considerar que las diferencias en cultura y hábitos de consumo podrían representar un desafío. Adaptar los productos colombianos a estos mercados requeriría años de negociación y estrategias comerciales para lograr la aceptación de los consumidores. Sumado a la política de no exploración de hidrocarburos, países como China tendrían poco interés en invertir en el país.
Colombia necesita fortalecer sus mercados potenciales y explorar nuevos destinos para sus productos. A pesar del discurso de “unión latinoamericana”, el comercio con la región sigue siendo significativamente menor en comparación con Estados Unidos. Asimismo, el intercambio comercial con la Unión Europea es alarmantemente bajo, a pesar de las similitudes en tradiciones y hábitos de consumo que facilitan la aceptación de los productos colombianos (ver gráfico N°1).
Gráfico N°1 destino de las exportaciones por país o grupo de países
Nota: El término “Aladi” hace referencia a la Asociación Latinoamericana de Integración, reuniendo países como Chile, Argentina, México, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela, Brasil, Cuba, Ecuador, Panamá y Bolivia.
El aumento de aranceles hasta un 50% en los productos colombianos habría tenido consecuencias inmediatas en la economía del país. Primero, el peso colombiano se habría depreciado, posiblemente hasta los $5.000 por dólar. Asimismo, los productos colombianos habrían perdido valor, lo que incrementaría la inflación debido al encarecimiento de las importaciones.
En cuanto a las exportaciones, las empresas floricultoras y cafeteras habrían perdido casi la mitad de sus ganancias en comparación con 2024. Este impacto sería especialmente significativo para el sector floricultor, ya que, solo en San Valentín del año pasado, Colombia exportó el 20 % de su producción anual de flores (La República, 2024). El café también habría sufrido un golpe considerable, dado que Colombia abastece el 27 % de las importaciones de café de Estados Unidos, generando en 2023 ingresos superiores a los 1.100 millones de dólares.
Sin embargo, el impacto más grave habría sido en la exportación de hidrocarburos, el principal producto de exportación de Colombia, que representa el 32,68 % del total y genera ingresos anuales de 4.200 millones de dólares. Dado que el país ya enfrenta un déficit comercial debido a mayores importaciones que exportaciones, esta situación habría agravado aún más el desequilibrio, afectando a empresas de todos los tamaños y al gobierno. En un contexto de déficit fiscal, la reducción en las exportaciones de hidrocarburos habría significado una caída en los ingresos corrientes del Estado, obligándolo a recortar aún más su presupuesto.
En cuanto a las importaciones, la decisión de Gustavo Petro de responder con aranceles equivalentes habría tenido un impacto significativo en el costo de vida en Colombia. En un contexto de recuperación tras la pandemia y con una deuda aún en proceso de pago, la depreciación del peso habría agravado la situación. Además, dado que los principales productos importados desde Estados Unidos incluyen alimentos, tecnología y combustibles refinados, los aranceles habrían generado un aumento en los precios de la energía, así como en bienes y servicios clave para los sectores industrial, tecnológico, agropecuario, de vivienda y transporte.
Las consecuencias a nivel diplomático
Históricamente, la política exterior de Colombia se ha basado en el respeto al Derecho Internacional, privilegiando la resolución de controversias por la vía diplomática y agotando todos los mecanismos institucionales antes de recurrir a otras medidas (Tickner, 2006). Por esta razón, el país se ha mantenido al margen de los conflictos militares regionales y ha solucionado sus disputas fronterizas con sus vecinos sin recurrir a la violencia a lo largo de los siglos XIX y XX.
Las últimas dos crisis diplomáticas ocurrieron en 2008 y 2012 respectivamente. La primera, bajo el gobierno de Álvaro Uribe, donde un bombardeo sobre posiciones guerrilleras en Ecuador ocasionó un enfrentamiento entre este país y Venezuela, el cual fue resuelto acudiendo al multilateralismo del Grupo de Río quien calmó las tensiones. En 2012 debido a la reclamación de Nicaragua sobre aguas territoriales colombianas sobre San Andrés y Providencia, el cual fue resuelto por la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
La escalada de la crisis con Estados Unidos representó un desafío para la diplomacia colombiana. En los últimos cinco años, el uso de redes sociales—especialmente X—se ha vuelto una herramienta recurrente para ejercer funciones del Ejecutivo (Anzola & Thoumi, 2024). La llamada “diplomacia digital” de Gustavo Petro ha ampliado su alcance tanto a nivel nacional como internacional, permitiéndole posicionar su agenda. Sin embargo, este enfoque también ha generado tensiones con otros países, debido a respuestas más reactivas que estratégicas.
Como consecuencia, se han hecho señalamientos directos e intervenciones en los asuntos internos de países con posturas ideológicas distintas a la del presidente colombiano. Ejemplo de ello son las críticas al mandatario argentino, Javier Milei, y los cuestionamientos a la presidenta interina de Perú, a quien incluso se le ha llegado a calificar de ‘nazi’ tras asumir el cargo en reemplazo de Pedro Castillo, quien intentó llevar a cabo un golpe de Estado.
El conflicto con Estados Unidos surgió en torno a la dignidad de los migrantes colombianos, una disputa que pudo evitarse mediante el uso de los canales diplomáticos que han existido por siglos. Un ejemplo de manejo alternativo es el caso de Brasil, que abordó el mismo problema con sus deportados a través de notas diplomáticas y el contacto directo entre embajadas para resolver la situación (Infobae, 2025).
A diferencia de la organizada diplomacia brasileña, Colombia ha sufrido de un servicio exterior débil, desorganizado y basado en el personalismo del presidente de turno. Desgraciadamente, el país ha llevado a personas que no están preparadas a las altas esferas diplomáticas que van desde el Canciller hasta los embajadores o cónsules. Durante el gobierno de Gustavo Petro se ha reemplazado al Canciller un total de tres veces en los dos años y cinco meses de gobierno; representando una falta de claridad en la estrategia diplomática.
¿Qué futuro le espera a Colombia en su relación con los Estados Unidos?
Aunque la relación entre ambos países tiene una larga historia, atraviesa un momento crítico en el que una crisis podría estallar en cualquier momento. Ambos mandatarios comparten características fundamentales como lo son el personalismo y el populismo que caracteriza sus gestiones, solo diferenciados por la agenda que maneja cada uno.
Por el lado norteamericano, Donald Trump maneja una agenda tradicional, basada en el realismo, aislacionismo, proteccionismo y en pro de la seguridad nacional. En la otra orilla, se encuentra Gustavo Petro con una agenda más crítica o progresista basada en la cooperación Sur-Sur, fin de la dependencia económica, protección del medio ambiente, cuestionamiento al sistema económico, entre otros.
Con dos agendas antagónicas, es evidente un crecimiento de las tensiones entre ambos mandatarios, ya que, a nivel personal, se convierte en una competencia en quién tiene más legitimidad que el otro. Especialmente del lado de Gustavo Petro, quien necesita de estas crisis para elevar su popularidad ante los comicios electorales de 2026.
Sino a una generación de una narrativa del “héroe” que lucha por la dignidad de su pueblo en contra del “villano” imperialista quién los abusa. Una estrategia peligrosa de cara a ganar popularidad, y por ende apoyo electoral, para las elecciones de 2026. Esta narrativa cala especialmente en la población colombiana, después de todo acude a emociones como la indignación, enojo e incluso odio.
La nueva canciller enfrenta una gran responsabilidad en lo que resta de gobierno. Durante el próximo año y medio, deberá adoptar un enfoque preventivo y emplear todas las herramientas diplomáticas disponibles para evitar un conflicto aún más grave entre ambos mandatarios, cuyas agendas y personalidades los enfrentan constantemente.
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Profesional en Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda, con experiencia en migración, conflictos, asuntos electorales y regulatorios. Voluntario activo en el movimiento ciudadano Ante Todo Colombia.