La sabiduría, como elemento virtuoso, en algunos ámbitos y escenarios no es bien recibida, pues no hay que olvidar que los postulados de Sócrates le costaron su censura por parte del gobierno que decía que él debía ser castigado por, presuntamente, “corromper la juventud”. Tal sería la sabiduría y la consciencia de este filósofo que esta misma fue confirmada, inclusive, por el Oráculo de Delfos y cuya grandeza infundió temor entre los gobernantes de turno que a su vez fueron sus verdugos y quienes finalmente lo condenaron a muerte por mano propia a través del envenenamiento por cicuta.
Teniendo en cuenta lo anterior y en vista de los recientes sucesos mundiales en materia sanitaria y riesgo biológico, hacen dar cuenta de la fragilidad de la humanidad, y de cómo la censura y la negación, como política de Estado o de un gobierno de turno, pueden derivar en una contaminación biológica masiva y la generación de caos que se ve fomentado a través de los diferentes medios de comunicación.
Años más tarde le sucedió a Li Wenliang lo mismo que Valery Legasov, el notable científico y académico de la otrora Unión Soviética, quien logró derribar parcialmente la denominada “cortina de hierro” del citado régimen, cuando dio a conocer los detalles escabrosos del silencio y las mentiras que dijeron a todo el mundo respecto del nefasto suceso ocurrido en 1986 en la central nuclear “Vladimir Ilich Lenin” en Chernobyl cuando el reactor No. 4 explotó, contaminando de forma inmediata la ciudad de Pripyat y miles de kilómetros a la redonda. La radiación generada por los elementos químicos que quedaron expuestos, terminó afectando la vida de miles de personas y el suelo de esta parte del mundo por décadas.
Por supuesto, para ese entonces no se contaban con las herramientas tecnológicas que facilitaran la comunicación de los ciudadanos y el envío de la información de los sucesos en tiempo real, lo que dificultó a las otras naciones tomar las medidas preventivas y conocer la verdad inmediata frente a este hecho.
Pero no fue sino hasta que el destacado científico Legasov decidió contar la verdad al mundo sobre los errores humanos que llevaron a materializar este desastre y también sobre la cadena de omisiones en las que incurrieron los burócratas estatales que, sin conocimiento o mérito, ocuparon los cargos de dirección y decisión, y que urdieron un discurso falaz que no pudo ser controvertido sino hasta ese momento. La persecución del régimen por su confesión lo llevó a la muerte por mano propia y aunque no fue igual, puede decirse que la censura parcial y el silencio provocó también la muerte de Wenliang en China por su reciente descubrimiento.
Más que entrar a cuestionar los procedimientos, el origen o las medidas tardías de contención y prevención adoptadas por el país asiático en relación al COVID -19 o “coronavirus”, el propósito de este escrito es resaltar el valor civil que tuvo el médico Li Wenliang al alertar al mundo de la aparición de este virus parecido al SARS que ha cobrado miles de vidas y que hoy ha llevado a las distintas naciones, junto a la OMS y otros organismos internacionales, a elaborar planes de contingencia ante el rápido esparcimiento de este.
Pero todo comenzó cuando Wenliang, a finales del año 2019, logró identificar el nuevo virus cuyas características se asemejaban al SARS y compartió a través de los foros médicos y académicos a los cuales tenía acceso, la información de este nuevo virus pero luego fue reprendido rápidamente por funcionarios estatales por “hacer comentarios falsos” y “perturbar el orden social”. Cumpliendo su deber, continuó trabajando en el hospital donde allí mismo se contaminó a través del contacto con sus pacientes y días después murió a causa del virus. Sus síntomas fueron diagnosticados en su etapa inicial por él mismo y difundidos también por él a través de la red social Weibo, plataforma que se encuentra autorizada y permanentemente es vigilada por el gobierno, pero que de una u otra manera permitió visibilizar el caso del joven médico. Días antes de su muerte pero después de su contagió, se declaró la emergencia y se desató la propagación rápidamente por la región y, posteriormente, se extendió por el mundo por causa de los medios de transporte marítimos, aéreos, entre otros, y que generó el pánico que hoy conocemos a través de los medios de comunicación. Aprovecho para destacar a aquellos medios que no otorgan una visión fatalista del asunto, pero si práctica y sensata al respecto.
Sin embargo, el lamentable fallecimiento del médico Wenliang, al igual que el del científico Legasov, son la evidencia concreta de que la censura y la persecución no afectan el valor civil, el sentido lógico de las cosas y la férrea moral del buen ser humano, pues a pesar de los múltiples vituperios, limitaciones y/o amenazas, el buen ser humano continua con su visión solidaria y con el firme propósito de servir al mundo a través de sus conocimientos o inspirarlo a través de su ejemplo.
Abogado, especialista en Derecho Comercial. Bogotano de 26 años de edad. Ansioso por incidir en la construcción e implementación de políticas públicas para mejorar la calidad de vida de los colombianos. Fiel admirador de las FF.AA