La Carrera Séptima de Bogotá es un corredor vial icónico de la ciudad. No sólo por la importancia de la que alguna vez fue llamada “Calle Real” en tiempos coloniales, sino por la cantidad de instituciones y patrimonios arquitectónicos que habitan en ella. Desde el Palacio de Nariño, sede de la Presidencia de la República; el Capitolio Nacional, sede del Congreso; hasta el Museo El Chicó y la Hacienda Santa Bárbara, dos reminiscencias de las elegantes haciendas sabaneras que a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, quedaban fuera de la ciudad.
Sin embargo, el tiempo pasa, las ciudades crecen con nuevas necesidades y difícilmente lo que nos rodea va a estar eternamente en estado prístino. En este sentido, últimamente hemos visto gran controversia por el proyecto de la Nueva Séptima, que busca renovar esta arteria oriental de Bogotá. Por un lado están los ciudadanos temerosos del cambio. Por el otro lado, los sectores políticos que se resisten. Como en cualquier debate unos tienen mejores argumentos que otros, pero desafortunadamente no faltan los detractores a ultranza que hacen uso de mentiras y falacias para sacar pecho políticamente.
La verdad es que el proyecto busca regenerar y optimizar esta importante avenida, con el agravante, para quienes critican sin mirar atrás, que este proyecto es prioridad del gobierno de Bogotá desde el año 2006. Pero desafortunadamente, luego de varias administraciones salpicadas por escándalos de corrupción, hasta esta administración se han visto avances y parece ser una realidad posible.
Según el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), la Nueva Séptima tendrá una longitud total de 20 kilómetros entre las calles 32 y 200. Lo más llamativo, más allá de las 22 estaciones de TransMilenio que se ubicarían en este tramo, es la revitalización completa de la Séptima. Algunas personas acostumbradas a transitar por esta avenida creen que la Séptima está en óptimas condiciones y por los mismos motivos, argumentan que no hay necesidad de intervenirla. La verdad es que en varios tramos hay desgastes, desniveles que pueden ocasionar accidentes y que son trampas en tierra para personas en condición de discapacidad. E incluso, hay lugares donde el andén no cumple con el estándar de seguridad para los ciudadanos, como sucede en la calle 63 con carrera 7ª dónde sólo puede transitar una persona en menos de 70cm.
La revitalización de la Séptima reconstruiría 400.000 metros cuadrados de andenes y espacio público, que estarían acompañados por una Ciclo Ruta de 11 kilómetros entra las calles 100 y 200, con conexión en la carrera 11 para continuar su tránsito hacia el sur de la ciudad. Este proyecto incluye también puentes peatonales, pasos a desnivel y puentes vehiculares, entre los que se destacan el puente en la calle 85, que daría vía a La Calera de forma directa, el puente de la calle 92, que permitiría el ingreso sin semáforo a la Circunvalar, el desnivel de la calle 100 y el puente de la calle 127. Con el volumen actual de automóviles y el crecimiento de la ciudad, son obras necesarias para descongestionar y no perturbar el tránsito de la Séptima.
Según la directora del IDU, Yaneth Mantilla, este proyecto beneficiaría a más de 3 millones de personas que hacen uso de la Séptima a diario. Además, afirma que los trayectos que actualmente les toman a los bogotanos 2 horas y media van a poder realizarse en 50 minutos.
Esta es una obra que beneficia a todos los ciudadanos y no es un capricho de la administración actual, mucho menos cuando lo que hemos visto es la displicencia de anteriores administraciones que han dilatado el proyecto desde 2006. Hagamos un esfuerzo por pensar en la ciudad y la calidad de vida de sus habitantes por encima de otras consideraciones. Las ciudades tienen el reto de presentar soluciones rápidas para problemas inmensos, y esta solución ya tiene fondos para ser ejecutada y la aprobación de la interventoría. Esperemos que siga su buen curso por el bien de Bogotá.