La democracia no se cuida sola
Democracia no es solamente salir a votar por un servidor público cada cuatro años; en realidad, es mucho más que eso. Es tener reglas claras, límites al poder y garantizar que nadie, por muy elegido que sea por el pueblo, pueda hacer lo que quiera. Por eso, existe algo fundamental en un Estado democrático: la división de poderes. No todo el poder puede recaer sobre una misma persona o institución; si eso ocurriera, caeríamos en una dictadura con fachada democrática. Ese equilibrio, aunque no siempre visible, es el que permite que Colombia siga disfrutando de derechos, justicia y control sobre quienes gobiernan.
Tres poderes que se vigilan entre sí:
Todo Estado democrático está organizado en tres ramas del poder público, las cuales, gracias a un sistema de pesos y contrapesos, se equilibran mutuamente. El poder legislativo crea las leyes y controla al gobierno; el ejecutivo se encarga de las funciones administrativas del Estado; y el judicial hace cumplir las leyes y protege nuestros derechos. Cada poder tiene funciones distintas y todos deben vigilarse entre sí para asegurarse de que cumplan con sus responsabilidades.
Cuando los tres funcionan de manera independiente, hay orden, control y, sobre todo, garantía para los ciudadanos. Si alguno empieza a acumular más poder del que le corresponde, el Estado cae en el autoritarismo y se pierde todo respeto por la Constitución y la población.
Un ejemplo claro son los autoritarismos en Europa del siglo XX, donde todo el poder se concentró en el ejecutivo y, como consecuencia, las personas perdieron libertades, derechos y la posibilidad de contar con un Estado preocupado por su bienestar
Encuentra más artículos sobre Colombia aquí
Dividir el poder es proteger la libertad:
Una democracia auténtica necesita instituciones separadas, cada una con funciones definidas y con la capacidad de controlar a las demás. Si los poderes se dividen correctamente, el ciudadano gana: los derechos están mejor protegidos, las decisiones se toman después de debates y análisis profundos.
La libertad no se garantiza con discursos ni buenas intenciones de los políticos, sino con una estructura definida, firme y legítima que pueda evitar abusos. Ninguno de los poderes debe estar por encima del otro; todos deben estar al máximo de sus funciones.
Solo cuando los poderes del Estado se respetan y limitan entre sí, la democracia se mantiene en pie. Por eso, en cualquier tiempo y lugar, dividir el poder no solo es sensato: es indispensable
Síguenos en Twitter, Instagram, Facebook y Youtube

Estudiante de Ciencias Políticas y Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de la Sabana. Apasionado por las relaciones internacionales y las políticas nacionales enfocadas en seguridad.