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Foto tomada de: orangesmile.com

Acabar el consumo de drogas, el caso de Chile

El caso de Chile podría ser un gran ejemplo en el continente, para acabar con el consumo de drogas. Y es que, aunque Chile tiene uno de los niveles de desarrollo más altos de la región, reconocido a su vez por políticas progresistas, el consumo de estupefacientes en niños de secundaria, era el más alto de la región hasta hace algunos años. Solo para el 2009, el 6,7% de los niños de secundaria consumía cocaína, sobrepasando incluso a Estados Unidos. A su vez, los niños que consumían drogas, terminaban siendo parte de decenas de delitos en el país.

Por esta razón, el gobierno chileno decidió implementar el programa, “Aplicación del Enfoque del Modelo de Ocupación Humana en Programa de Tratamiento de Drogas y Alcohol para Adolescentes Infractores de Ley (PAMOH)”. El programa fue lanzado en el 2010 en Valparaíso, enfocándose en jóvenes entre los 14 y 18 años. Lo primero que hizo, fue confirmar un vínculo del 80% entre el consumo de drogas y la criminalidad. De los jóvenes chilenos que cometían algún delito, el 80% consumía marihuana y el 50% sustancias derivadas de la cocaína. 

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Metodología del programa para acabar el consumo de drogas en Chile

Tomando en cuenta las cifras previamente mencionadas, el programa PAMOH construyó el perfil de cada uno de los participantes (historias familiares, salud, patrones de comportamiento, intereses, valores y necesidades). Una vez construido los perfiles, PAMOH creó para los participantes rutinas saludables y terapías individuales y grupales. Igualmente, ejecutó actividades para su tiempo libre como visitas a lugares públicos y espacios deportivos. A su vez, desarrolló actividades dedicadas a mejorar las habilidades sociales de los jóvenes. Finalmente, el programa estableció una alianza con el Colegio Técnico Industrial de Valparaíso, insertando a los jóvenes al mundo laboral formal.

El programa trajo consigo importantes resultados. Por un lado, la tasa de arrestos por delitos graves en Valparaíso se redujo de 4,418 en 2009, a 3,357 en 2014. Por otro lado, mejoró la salud física, mental y sexual de los participantes. Finalmente, mejoró la capacidad de los jóvenes para relacionarse con otras personas ¡La seguridad es un reto que requiere de políticas públicas y programas efectivos!

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