Los más recientes casos de violencia en nuestro país,
en donde las víctimas han sido nuestros soldados y policías, revelan la urgente
necesidad de fortalecer nuestras Fuerzas Armadas y brindarles todas las
garantías para el pleno desarrollo de sus funciones. Desafortunadamente, en
Colombia pareciera que las Fuerzas Armadas están atadas de manos para combatir
el terrorismo, el narcotráfico y la delincuencia. En últimas, las consecuencias
las sufrimos los colombianos, pues el tener unas Fuerzas Armadas sin capacidad
de maniobra solo beneficia a las economías ilegales, a los grupos armados al
margen de la ley que se apoderan de ciertos municipios y a la inseguridad
nacional.
El caso que más ha resonado en los últimos días, es el
sucedido en Ipiales el pasado fin de semana en donde 5 criminales escaparon de
la cárcel. En video quedó registrado el momento en el que un policía abre la
puerta de la celda e inmediatamente estos criminales se le abalanzan para
inmovilizarlo. Durante el forcejeo aparece otro policía que intenta controlar a
los reos y muestra su arma, desafortunadamente, el arma es rápidamente rapada
por uno de los criminales, que segundos después dispara y asesina a uno de los
uniformados.
Este es un caso emblemático ya que, aunque el policía
tiene el derecho legítimo de la fuerza, nunca activa su arma para neutralizar a
los 5 delincuentes que en ese momento amenazaban su vida. Seguro que sí lo
hubiera hecho, hoy Ángela María Robledo y su grupo de políticos nefastos, que
desde hace un par de años intentan desprestigiar a nuestras Fuerzas Armadas,
estarían hablando de abuso de autoridad y de la necesidad de judicializar a un
miembro de nuestra Fuerza Pública.
Lamentablemente, el resultado hoy es de 5 presos que
se escaparon (3 ya han sido recapturados) y el patrullero de la Policía Nacional,
Landázuri, de tan solo 26 años, asesinado por estos delincuentes. Cabe recordar
que la mayoría de los reos que escaparon, eran extranjeros.
Otro de los casos emblemáticos de los últimos meses en
los que delincuentes atentaron contra los miembros de nuestras Fuerzas Armadas,
se presentó en el Huila en medio de las protestas de fin de año. Los hechos
ocurrieron cuando en la Universidad Surcolombiana de Neiva, un uniformado que
cumplía su deber constitucional de garantizar la seguridad de los colombianos,
fue alcanzado por una papa bomba lanzada por un bandido, desde el interior de
la Universidad.
Una vez más, Gustavo Petro y sus secuaces salieron a
deslegitimar la historia diciendo que el patrullero se había hecho daño a
propósito, solo por culpar a los manifestantes. Afortunadamente, una cámara de
video logró captar el momento en el que un criminal dentro de la Universidad,
lanza una papa bomba, que termina impactando al patrullero Arnoldo Verú. Aunque
el patrullero no falleció, su recuperación ha sido lenta por la gravedad de sus
heridas.
Estos son tan solo 2 casos, de los múltiples que se
presentaron en el último año, en el que se demuestra que tenemos a nuestras Fuerzas
Armadas atadas de manos. Por un lado, no tienen capacidad de maniobra, pues si actúan
cuando su vida y la seguridad de los colombianos está en riesgo, los acusan de
abuso de autoridad y pueden incluso terminar en la cárcel. Por otro lado, desde
el 2016 se ha reducido su pie de fuerza en, al menos, 40.000 hombres.
Finalmente, tampoco tienen la potestad de usar las distintas herramientas
tecnológicas efectivas con las que cuentan, para combatir los cultivos ilícitos
y minimizar el riesgo a perder la vida.
El resultado es, un país que ha retrocedido en
seguridad. En las grandes ciudades, la percepción de inseguridad es muy alta, mientras
que en los municipios más alejados, no hay presencia del Estado y son los
criminales los que hoy controlan el comercio y las reglas del juego.
Si queremos recuperar la seguridad en nuestro país,
debemos darles la confianza a nuestros héroes de la patria de actuar, sin temor
a reproches. Si queremos que los colombianos duerman tranquilos, debemos
permitir que nuestras Fuerzas Armadas puedan hacer uso de todas las
herramientas posibles, para combatir el terrorismo y la delincuencia. En fin, el
reto en seguridad es grande y, de seguro, solo lo superaremos si contamos con unas
Fuerzas Armadas fortalecidas y con la moral alta por la confianza que los colombianos
hemos depositado en ellos.